La costumbre nos impide ver lo completa y conseguida que está la película. Una historia sobre el reconocimiento de la belleza interior narrada a través de las aventuras de Belle, una joven de una pequeña localidad francesa que para ayudar a su viejo padre se encuentra encerrada en un castillo encantando en el que habita la Bestia, a la que acaba enseñando a amar. Tras esta narración se esconde mucho más. El papel de la mujer (muy diferente del de las primeras princesas de Disney) que no quiere resignarse a desempeñar el papel de mujer tradicional como esperan los lugareños, que disfruta leyendo y que sueña con la independencia y las aventuras en lugares lejanos. Es una pena que el desenlace, tras el cual aparentemente se han cumplido sus sueños, acabe con esta idea de independencia.
Otro elemento algo más objetable que se esconde tras la narración es el papel de los sirvientes del castillo, castigados por las equivocaciones de su señor y convertidos en simples utensilios y que hasta llegan a decir que no se sienten realizados si no están sirviendo a alguien (recuerda a los negros que cantan felices en los campos de algodón en The Birth of a Nation, 75 años anterior). Este discurso clasista y hasta racista se oculta tras los alegres y graciosos personajes que dan un toque encantador a la película.
Pese a esto es innegable la inmejorable caracterización y animación de cada uno de los personajes, desde el cuadriculado y asustadizo Din Don (el reloj del castillo), hasta el atractivo y carismático villano Gastón. Por último y aún más importante la inolvidable banda sonora de este musical cuyas canciones marcan el ritmo de toda la película.
Lo importante de esta película, pese a que defienda algunas ideologías como mínimo cuestionables, es el resultado final: un musical animado inolvidable.
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